Se expande por el mundo, es ya
una pandemia. No figura en el listado de enfermedades de la Organización
Mundial de la Salud. No se enseña en las Facultades de Ciencia de la
Salud. No existen vacunas ni medicamentos contra ella.
Se llama Consumopatía. Se presenta tanto en formas agudas como crónicas.
Los síntomas son variados:
individualismo, competitividad, pérdida de la solidaridad. Son
frecuentes las adicciones, los estados de estrés y las conductas
compulsivas.
Ha surgido como consecuencia de haberse
impuesto en el mundo una cultura que prioriza tener cosas materiales,
acumular fortunas y detentar poder.
Es contagiosa. Se propaga en las conversaciones, mirando televisión, escuchando radio, leyendo periódicos y revistas.
Es solapadamente mortal. Existen
corporaciones que para alimentar la Consumopatía que ellas mismas han
inducido y constantemente estimulan, agreden al Planeta poniendo en
riesgo la supervivencia de la especie humana.
Estas corporaciones deforestan,
contaminan, envenenan, succionan petróleo, queman carbón, construyen
megarepresas y centrales nucleares, destruyen los paisajes con minería a
cielo abierto y con el fracking. Su voracidad de lucro no tiene límites
ni consideraciones.
En un mundo de tanta desigualdad e
inequidad, esta enfermedad no respeta edades ni condiciones económicas.
Continuamente crea nuevas necesidades, tanto para quienes viven en la
opulencia como en la pobreza. Provoca un estado de insatisfacción
permanente, ya que hace que siempre se apetezca algo más.
Es una patología que provoca guerras, violencia, daños de todo tipo.
¿Qué hacer?
Jamás quedar paralizados o ser meros
espectadores. Todas y todos tenemos que ser protagonistas movilizándonos
para curar esta enfermedad. Sería un saludable hábito reflexionar sobre
lo que consumimos cada día en nuestro hogar, personalmente y en
familia.
Un hábito también trasladado a nuestro ámbito laboral, a las instituciones, a nuestra vecindad.
Urge advertir a los pueblos amenazados y construir una nueva cultura de amor a la Vida, en la cual crezcan y se desarrollen las nuevas generaciones de cachorros humanos.
¿Es esto posible?
¡Claro que sí!
Cada vez más personas en diferentes
ámbitos toman consciencia que estamos interrelacionados entre todas y
todos y con toda forma de vida, que somos Cosmos. Se está generando la
Nueva Consciencia de la pertenencia.
Nos da esperanzas que difunde por el mundo la Alegremia.
La Alegremia
nos ayuda a mirarnos a nosotros mismos, a mirarnos a los ojos y a
reconocer las NVI, las Necesidades Vitales Indispensables: Aire puro,
Agua limpia, Alimentos saludables, Albergue digno, Amor en las relaciones, espacios de Arte para desarrollar todas nuestras potencialidades creativas.
La Alegremia promueve Amistad, Armonía, Aprendizaje, Actividad física.
Tenemos una manera entusiasta de detener la pandemia de la Consumopatía. ¿Cómo? ¡Promoviendo la Pandemia de la Alegremia!.
No hay aparato publicitario para ello.
No lo necesita por otra parte. No es cuestión de “desarrollarnos”, ni de
tener, sino de vivir en plenitud.
Es la fuerza del amor a la vida que se abre paso y triunfa.
Fuente:Alegrémicas Noticias / Ecoportal.net